Juan Capodistrias
Miembros de la Coordinadora Memoria y Justicia por Cromañon
A
los 14 años Juan Capodistrias se dio cuenta de que el mundo en el que vivía no
lo conformaba, no lo representaba y no se sentía cómodo en él. El rock, al
igual que para otros miles de jóvenes, fue el canal de expresión que pudo
plasmar esa disconformidad. Encontró su propio universo en los recitales.
La
noche del 30 de diciembre de 2004 Juan fue a República de Cromañón a ver a
Callejeros. A cantar, a saltar, a gritarle al mundo que él no estaba de acuerdo
con ese sistema que lo oprimía y lo expulsaba. Sin saberlo, estaba asistiendo al
lugar donde la ambición empresaria y la corrupción de los funcionarios públicos
confluyeron con la solidaridad de cientos de pibes que, como él, no tuvieron
barreras a la hora de poner en riesgo su vida por salvar la del otro.
-¿Cómo es la situación de un
sobreviviente hoy, diez años después?
-De
alguna manera logramos resignificar lo que pasó. Con la Coordinadora (Memoria y
Justicia por Cromañon) estamos tratando de salir a dar otro mensaje a la
sociedad, por eso hicimos unos cuantos festivales, en conjunto con la
Subsecretaría de Juventud del ministerio de Desarrollo Social, en los que
buscamos resaltar otras cuestiones de Cromañón, por ejemplo, la solidaridad que
reinó ahí entre los pibes. La justicia dio a conocer el dato de que
aproximadamente el 40 por ciento de los chicos murieron por entrar a sacar a
otros. Dieron su vida por otros.
-En febrero de este año se suicidó
Martín Cisneros, uno de los sobrevivientes de aquella noche. Teniendo en cuenta
que es el decimoséptimo que decidió quitarse la vida, probablemente haya
necesitado una ayuda psicológica que nunca llegó, ¿Vos haces tratamiento
psicológico?
-Yo
empecé el tratamiento en el Alvear en 2005. Por protocolo a los 6 meses te dan
el alta o te derivan con otro profesional. Mi psicóloga me dio el alta, pero yo
en ese momento sentía que necesitaba seguir, le pedí continuar, y me derivó a
otro psicólogo que no me gustó. Después no hice terapia por muchos años. En
2008 hice con un privado, pero tampoco me sentí cómodo y no fui más. Retomé en
el 2013 en el hospital Alvear, porque estaba reviviendo varias cosas. Fue
cuando me acerqué a la Coordinadora, me enteré de que estaban peleando por una
ley que mejore la calidad de vida de los sobrevivientes, y me interesó, sentí
que tenía que estar ahí, había pasado mucho tiempo y era una cuenta pendiente,
no podía no estar, por más que doliera, por más que me comprometiera
psicológica y físicamente. Ahí descubrí que había 16 pibes que se habían
suicidado y 27 familiares que murieron de cáncer. Son enfermedades que surgen
de la tristeza, de la mala salud que te genera esto. En las marchas hay padres
que es increíble cómo se les ve en la cara una tristeza incomparable con nada,
es impresionante, parecen como muertos vivos. Muchos han fallecido. Es
necesario derribar los mitos que se instalaron, la estigmatización. En cromañón
no eran todos borrachos que no les importaba nada, sino pibes que eran lo más
valioso que teníamos nosotros, porque dieron su vida por otro, entraron 30
veces hasta que no pudieron salir más. Es fundamental que los libros de mañana
no digan que fueron a un recital un montón de borrachos que ponían a sus bebés
en los baños.
-Esa estigmatización que surgió
luego de Cromañón alcanzó a los músicos y al público. La sociedad condenó a
Callejeros antes que la justicia. La salud de los sobrevivientes nunca fue
motivo de interés de los medios, ¿Crees que es necesario mostrar las cosas
positivas que salieron de Cromañón?
-Si,
y por otro lado a mí me duele. Era una generación que integraban los más
excluidos, si bien había gente de clase media y clase alta, la mayoría eran
pibes excluidos, hijos de los 90, desangelados, que iban ahí y de alguna manera
era su forma de hacer catarsis. Ir a tomar un vino al recital, por algo en el escenario no se cantaban
consignas vacías como las que canta Tan Biónica o grupos así, que no hablan de
nada, sino que había un mensaje, había consignas claras sobre algo que tenía
una identificación en la sociedad, y creo que eso también es rescatable, porque
nosotros hoy en día no estaríamos militando sino fuera porque ya en ese momento
buscábamos algo más que un lugar para divertirnos. También hay que tratar de
decirle a los chicos que quizás se sienten excluidos, o están recluidos en sus
casas, que se puede convivir con esto bien y salir de Cromañón, porque hay
muchos pibes que todavía no salieron.
-¿Vos saliste?
-A
veces siento que no. Lamentablemente, más no que sí. Lo que pasa es que me
agarró de muy chico, y soy un pibe bastante sensible, entonces me atravesó
completamente lo que pasó.
No
se terminó Cromañón. Yo esa noche volví a entrar una vez, porque no encontraba a
una amiga mía. Tuvo suerte, se golpeó, se desmayó, se cayó y quedó en el piso.
Salió mucho después, se salvó porque el humo no llega a más de 20 centímetros
del suelo. Estuvo internada, desintoxicándose, tiene consecuencias pulmonares,
pero zafó. Esa noche pasó eso. Éramos un colectivo social desprolijo,
contestatario, de clase baja, pero solidario, y nunca se bajaron los brazos
hasta que no nos dejaron entrar más a Cromañón. Hoy seguimos haciendo lo mismo
que hicieron esos chicos, que es volver a entrar, metafóricamente lo digo, para
poder ayudar a que los pibes estén sanos y salvos. Yo creo que se lograron cambios.
Es muy cansador, casi siempre estoy a punto de patear todo a la mierda, todo el
tiempo estoy pensando que no quiero hacer más nada de esto, todos los días. Es
pensar en esto, es obligarte a pensar en esto, cuando durante mucho tiempo te
obligaste a no pensar.
-¿Es indispensable para
cerrar el círculo?
-Sí,
creo que eso es lo que me hace que siga, a pesar de que noto alguna que otra
consecuencia en mi estado de ánimo. Me parece que es más importante el otro, y
ya se dieron muestras de eso. El día a día es difícil, los compañeros se bajan
de la organización, muchos se van, pibes más grandes, referentes, con más
experiencia en la política, se bajan y te dejan ahí, con toda la mochila a vos,
y digo: no puedo dejar esto porque se termina todo.